- El Gobierno andaluz anuncia el fin de las subastas sin tener aún alternativa
El final del modelo de subastas en
Andalucía confirma el dicho. El infierno está empedrado con buenas intenciones.
El anterior Gobierno optó por un sistema de aprovisionamiento de fármacos
ideado con un espíritu de virtud: el ahorro y la calidad de la dispensación
eran los objetivos. Después de ocho años, ninguno se ha cumplido como se
esperaba. El nuevo Gobierno, visto lo anterior, ha tenido fácil cumplir su
programa y anunciar el fin de las subastas de medicamentos. Pero por ahora no
tiene un plan B.
La Consejería de Salud ha asegurado a este
periódico que, en este instante, no existe un modelo alternativo para la compra
de medicamentos no hospitalarios que nutren las reboticas. "Es un tema en
el que se está trabajando todavía", ha señalado la Dirección General de
Salud Pública y Ordenación Farmacéutica.
El Grupo Parlamentario Popular ha propuesto en la Cámara
volver al sistema de precios de referencia –el que opera en el
resto de España–. Mientras se arma y no, en tanto la consejería lo estudia, y
aunque se arme finalmente, Andalucía deberá convivir con el anterior modelo
hasta enero de 2021, fecha en la que expira el contrato de la última subasta,
la decimocuarta.
Detractores y defensores de las subastas
La eliminación del hasta ahora programa de licitación de
fármacos es una antigua batalla de políticos, industria, boticarios y
asociaciones de pacientes. Desde el mismo día de su aprobación, diciembre
de 2011, las discusiones han sido furibundas en torno a la selección
pública de medicamentos, que es la denominación oficial de lo que comúnmente se
conoce como subastas.
Este programa ha contado con el respaldo de la Organización
Médico Colegial, con el del Comité de Bioética de Andalucía, del Parlame
nto Europeo, con las sentencias favorables del Tribunal
Constitucional y, naturalmente, los medicamentos presentes en el mercado tenían
el salvoconducto de la Agencia Española de Medicamentos y Productos
Sanitarios. Ni por ésas ha evitado su final.
El desabastecimiento, principal crítica
A la trinchera crítica, no obstante, no le han faltado
argumentos. Si la adopción de las subastas tuvo en su origen un contexto de
racionalidad en el gasto farmacéutico, entonces disparado, y de una
necesidad de mejorar las disfunciones entonces existentes en la dispensación,
los resultados no han terminado siendo los esperados.
De entrada, el ahorro. El Gobierno andaluz, en
2011, calculaba ahorrar 244 millones anuales. En seis años, la cuantía total
debía haber sido por tanto de 1.464 millones. La consejería, sin embargo, cifró
el año pasado en 539 millones ahorro acumulado desde la celebración de la
primera subasta.
También ha sido manifiestamente mejorable la perseguida
mejora de la calidad de la dispensación. El desabastecimiento en
las boticas de fármacos procedentes de los laboratorios que ganaban el contrato
de licitación ha hecho estragos.
Los laboratorios adjudicatarios, normalmente pequeños y
radicados en países con políticas más o menos inestables, han sido incapaces de
dar cobertura a la demanda de los casi nueve millones de usuarios andaluces.
Los episodios de desabastecimiento, a la postre, han sido
finalmente los argumentos que más han pesado en el final del sistema de
subastas.
Aparte de las deficiencias denunciadas por boticarios y por
colectivos de pacientes, la evidencia de desabastecimiento queda registrada en
el Centro de Información sobre Suministro de Medicamentos: en las
primeras once semanas de 2019, casi la mitad de las notificaciones por escasez
de fármacos en España (45,2%) han procedido de productos comprados en la subasta
andaluza.
Boticarios y pacientes
Las razones de la falta de abastecimiento de estos
medicamentos las encuentra Esteban Moreno, profesor de Legislación
Farmacéutica en la Universidad de Sevilla, en que los laboratorios
ganadores de subastas "no tienen infraestructuras suficientes o están
sujetos a políticas de cierres de sus fábricas por parte de los
gobiernos".
Y, si el boticario andaluz agotaba el
medicamento que ha ganado la subasta, que es el preceptivo de ser dispensado
según la norma, debía ofrecer uno equivalente al usuario, era uno distinto, con
distinto envase, presentación, color y forma. Y no podía partirse en dos
mitades... La consecuencia ha sido la repetición del problema que originó el
sistema de subasta, es decir, la disminución de la salud de los pacientes
debido al guirigay de fármacos para un mismo tratamiento.
"A determinados pacientes", especialmente a los
mayores, "les ha provocado errores de administración por confusión",
apunta Moreno. Los inconvenientes, además, no han quedado ahí. El usuario,
principalmente el desconfiado, ha encontrado un motivo para seguir sospechando.
En ocasiones ha habido incluso devoluciones de recetas, con el consiguiente
problema para la gestión cotidiana del farmacéutico.
El fin de todo sistema sanitario es combinar con equilibrio
la contención del gasto y un óptimo servicio de salud. Para Moreno,
opuesto al modelo repudiado por el actual Gobierno, "habría que valorar si
tras ocho años de subastas los pacientes crónicos han muerto antes". Habrá
que mirarlo. Y esperar. La consejería afirma estar estudiándolo.